23/8/13

Y entonces todo cambió

Sabía que este día llegaría, el día en el que no podría aguantar más. Lo he dicho muchas veces, no debéis acostumbraros a mi compañía, no debo acostumbrarme a la vuestra, en cualquier momento nos despediremos y no volveremos a vernos, emprenderé un viaje sin retorno, ni querido ni posible ni necesario.

Aquí estás, un amor no correspondido. A tu lado he permanecido desde que volví a nacer. Tu indiferencia hacia mis sentimientos siempre ha sido algo seguro, algo perfecto para mi marcha. Una persona menos a la que haré daño. Una persona a la que no quiero hacer daño. Una persona que se ha ganado mi corazón pero nunca lo ha querido. El día que lo quiera ya no podrá pedirlo. Dejo mucha gente atrás, gente a la que quiero, gente a la que aprecio, gente de la que me preocupo más que de mi misma. Es hora de partir.

Nadie quiere que me vaya, pero debo irme, el pasado siempre me ha perseguido y es hora de acabar con él. No puede continuar así. Lo que hice no solo me afectó a mí sino también a mi familia. Aún siguen afectados por ello. Sufren por mi causa y es hora de terminar con el sufrimiento. Debo comenzar a pelear por enmendar mis errores. No lo entenderán, no querrán que me vaya. No les dejaré otra opción que dejarme ir.

Le miro una vez más. Duerme plácidamente. Aunque siempre en alerta él nunca se ha alertado por mi presencia, no despierto temor en el sino seguridad. Puedo mirarle desde las sombras y verle perfectamente, se lo que pensarás, te conozco demasiado. Te conozco más que a mí misma. Si te doy una oportunidad nunca dejarás que me vaya.

En mi bolsillo están las llaves de tu casa, adornadas con un muñeco y una figura. Siempre me pregunté por qué la gente adornaba sus llaveros hasta que tú adornaste el mío. Te recuerda una emoción, un sentimiento, una nostalgia por volver a tu hogar, al lugar donde perteneces. Por primera vez en mi vida me hicieron sentir que pertenecía a algún lugar, lugar que abandono hoy.

Me quedaré este símbolo del hogar, necesitaré fuerzas para recorrer el camino que me espera. Aún sigues dormido, mejor así, todos tenemos un destino y el mío no está aquí. Tú te arrepentirás siempre de no haberte despertado hoy pero si lo hubieras hecho me habría ido mañana cuando durmieses.

No hay vuelta atrás. No hay despedida. No hay un último abrazo que compartir. Si lo hiciera no sería capaz de irme. Tú y yo hemos terminado, nunca más nos volveremos a ver. No hemos hecho todo lo que queríamos pero se nos ha acabado el tiempo, es hora de marcharse. Adiós.

Ha sido una noche agotadora pero he descansado perfectamente, me falta ella, tal vez esté en la cocina desayunando…

La chica cuyo nombre no consigo recordar

Cuando yo la conocí no era más que una chica corriente, indeseada, tal vez algo huraña y muy destrozada en todos los sentidos. Sin embargo ella nunca había sido así, solo lo era cuando yo la conocí.Llena de mugre y desolación la hallé y entonces comprendí que esto no venía solo de ayer.

Destruida por el paso del tiempo, sus tormentos la habían oscurecido, su piel ya no recordaba la de una persona dulce y delicada sino dura y escamada para soportar los golpes que venían de todos lados. Magullada y dolorida más de una vez había querido poner fin a todo pero una de ellas casi lo consigue.

Enferma para siempre de la idea de huir reclamó su lugar en parajes desconocidos con gente desconocida, gente como yo que se preguntaba que era aquello que había caído en sus manos con tanta crudeza. Tan débil pero a la vez tan fuerte, la sensación de que fácilmente puede romperse pero puede aguantar más golpes de los que uno mismo ha soportado.

Su mirada era de recelo, ella estaba aquí, delante de mí y sin embargo parecía no estarlo. Su mirada estaba posada en el pasado, un pasado que era su presente puesto que huía de él. Un pasado que la marcó de tal manera que hasta es visible en su exterior. Y de repente me miró sin rehuir la mirada, como una leona distraída que vuelve en sí y te recuerda que aunque herida sigue siendo una leona, que no te puedes acercar sin perder una parte de ti mismo y que es mucho más orgullosa de lo que sus demacrados aspectos podrían hacernos creer.

Con el tiempo fue recuperando su pelaje, su confianza, le perdió el miedo al pasado y al presente pero se olvidó de ambos. Y el olvido es lo que tiene, siempre es pasajero. Y el pasado volvió.

Se acabaron las miradas felices, se acabaron los momentos de risas, los amigos desaparecieron por voluntad propia. La leona había vuelto a sacar los dientes y estaba protegiendo su territorio, nadie estaba a salvo de sus dentelladas si se metía donde no debía y ciertamente era casi cualquier pregunta una verdadera molestia para ella.

Un día partió en busca de sus enemigos dejando a la camada huérfana, intentando valerse por sí mismos en territorio hostil, las hordas de alimañas poblaban los alrededores y la leona había ido a por el jefe. En esta ocasión, tanto la leona como la camada podrían morir o malvivir de muchas formas. La salvación nunca fue una opción para nadie, pero aun así todos hicieron su parte, aunque nadie sabía qué había que hacer.

Con el paso del tiempo, la sangre oscurecida que teñía nuestras manos se fue diluyendo, nadie la había limpiado, solo el tiempo había sido capaz de arrancarla de nuestras manos. La camada seguía huérfana, ahora limpia pero huérfana. La leona nunca regresó pero siempre tuvimos la esperanza de que lo hiciera. Sus aullidos se escucharon en lo alto de las montañas en innumerables ocasiones durante unos años pero después las montañas permanecieron en silencio.

Seguimos buscando a nuestra leona, nadie ha olvidado su nombre, todo esto comenzó con una mentira pero terminará con una verdad. Lo que ya nadie recuerda es el aspecto de la leona. Si vuelves, tu camada sigue defendiendo lo que para ti fue un hogar hace ya mucho tiempo.